¿Alguna vez has sentido dolor en las piernas al correr, que desaparece al detenerte?
No siempre es por “falta de entrenamiento” o “mala circulación”. A veces, el problema está en cómo tu propio cuerpo ha sido diseñado.
¿Alguna vez has sentido dolor en las piernas al correr, que desaparece al detenerte?
No siempre es por “falta de entrenamiento” o “mala circulación”. A veces, el problema está en cómo tu propio cuerpo ha sido diseñado.
Imagina que uno de tus pulmones —o una parte de él— deja de inflarse como debería. No duele, no grita, pero sí susurra señales: una respiración entrecortada, una tos que no se va, una sensación de que falta el aire… Esto es la Atelectasia, una condición que muchas veces pasa desapercibida, pero que puede tener un gran impacto.
Es la colapsación parcial o total de un área del pulmón, lo que impide que el aire entre y salga adecuadamente. Puede ser algo pequeño y transitorio, o más serio, dependiendo de la causa.
La Ataxia no es solo una palabra médica. Es una realidad que cambia la manera en que una persona camina, se mueve, habla o incluso traga. Afecta la coordinación, como si el cuerpo y el cerebro ya no hablaran el mismo idioma con fluidez. Pero detrás de cada paso inestable, hay una historia de valentía.
Imagina por un momento que respirar se convierte en una batalla. Que el aire, ese recurso tan básico y vital, empieza a escasear. Eso es lo que vive una persona durante un ataque de asma. No es solo toser o jadear un poco; es sentir que el cuerpo se desespera, que el pecho se cierra y que el miedo entra junto con la falta de oxígeno.
Un ataque de asma no siempre avisa. Puede surgir en medio de una risa, una caminata tranquila, una emoción intensa, o incluso mientras duermes. Lo que para muchos es cotidiano —respirar sin pensar— para alguien con asma puede ser una lucha silenciosa y agotadora.
Imagina que tu corazón es como un motor que nunca descansa. Día y noche, late por ti. Pero a veces, incluso el motor más fuerte puede fallar.
Un ataque cardíaco no siempre llega como en las películas: con un dolor fuerte en el pecho y una caída dramática al suelo. A veces es más silencioso. A veces solo hay un cansancio inusual, una molestia leve en el pecho, o incluso dolor en la mandíbula, el cuello o la espalda.
Y lo más duro: muchas personas no saben que están teniendo un ataque cardíaco hasta que es demasiado tarde.