Imagina que tu corazón es como un motor que nunca descansa. Día y noche, late por ti. Pero a veces, incluso el motor más fuerte puede fallar.
Un ataque cardíaco no siempre llega como en las películas: con un dolor fuerte en el pecho y una caída dramática al suelo. A veces es más silencioso. A veces solo hay un cansancio inusual, una molestia leve en el pecho, o incluso dolor en la mandíbula, el cuello o la espalda.
Y lo más duro: muchas personas no saben que están teniendo un ataque cardíaco hasta que es demasiado tarde.