Imagina por un momento que respirar se convierte en una batalla. Que el aire, ese recurso tan básico y vital, empieza a escasear. Eso es lo que vive una persona durante un ataque de asma. No es solo toser o jadear un poco; es sentir que el cuerpo se desespera, que el pecho se cierra y que el miedo entra junto con la falta de oxígeno.
Un ataque de asma no siempre avisa. Puede surgir en medio de una risa, una caminata tranquila, una emoción intensa, o incluso mientras duermes. Lo que para muchos es cotidiano —respirar sin pensar— para alguien con asma puede ser una lucha silenciosa y agotadora.