Las arrugas nos cuentan historias que no se pueden borrar.
Son la huella de nuestras risas, nuestras preocupaciones, nuestros aprendizajes. Cada línea en la piel guarda el eco de un momento vivido intensamente.
Vivimos en una cultura que nos presiona para mantenernos “jóvenes”, como si el paso del tiempo fuera algo que debemos evitar. Pero, ¿y si empezamos a ver las arrugas como un símbolo de sabiduría, de autenticidad, de haber estado presentes en nuestra propia vida?