El carcinoma de células basales es el tipo más común de cáncer de piel, pero también uno de los menos agresivos si se detecta a tiempo. Aparece cuando las células basales —ubicadas en la capa más profunda de la epidermis— comienzan a multiplicarse sin control, generalmente debido a la exposición prolongada a los rayos ultravioleta (UV) del sol o de camas bronceadoras.
Aunque suele desarrollarse lentamente y rara vez se disemina a otras partes del cuerpo, su peligro radica en el daño progresivo que puede causar en la piel y los tejidos cercanos si no se trata. Por eso, notar una pequeña llaga que no cicatriza, una mancha rosada con brillo perlado o una lesión que sangra con facilidad debe ser motivo suficiente para acudir al dermatólogo.
La detección temprana puede marcar la diferencia. El tratamiento, que suele incluir cirugía menor, crioterapia o terapia fotodinámica, tiene una alta tasa de éxito cuando se actúa a tiempo. Más allá del diagnóstico, es importante recordar que no se trata solo de una enfermedad de la piel, sino de un llamado del cuerpo a cuidar nuestra exposición solar y nuestra salud en general.
Protegerse del sol, usar protector solar a diario y realizar chequeos dermatológicos regulares son gestos simples que pueden salvar vidas. Cuidar nuestra piel no es cuestión de vanidad, sino de bienestar y prevención.
Recuerda: cada marca o cambio en tu piel cuenta una historia. Asegúrate de que sea una historia de cuidado, no de descuido.


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