Imagina tener 20 o 30 años, estar en la flor de la vida, llena(o) de planes, y de pronto notar que algo no va bien. Fatiga constante, mareos, un brazo que parece más débil que el otro, pulsos que desaparecen. El corazón late, pero la sangre no siempre encuentra el camino. Esta es la realidad silenciosa de muchas personas con Arteritis de Takayasu.