Cuando escuchamos la palabra cáncer, no solo pensamos en una enfermedad. Pensamos en miradas, en silencios, en abrazos que se aprietan más fuerte. Es un momento en que el tiempo se divide entre un antes y un después, y donde las certezas parecen desvanecerse.
Pero el cáncer no define a una persona.
Detrás de cada diagnóstico hay una historia: padres que siguen contando cuentos por las noches, hijos que no dejan de enviar mensajes de “te amo”, amigos que aprenden a cocinar la receta favorita, desconocidos que donan sangre sin saber para quién.




